domingo, 28 de abril de 2013

C21-H23-NO5 (Primera parte)

No fueron las nauseas que sentía, ni la sensación de mi cara aplastada contra la arena. Es el frío, desalmado y desgarrador, aferrándose a mí.  Corrupto, haciendo estremecer todo el cuerpo como la peor de las resacas. La luz, apuñalándome las pupilas, hace de mí un hombre ciego. El sonido que me llega a los oídos es tan ininteligible como un grito desesperado en medio de una orgía.
Intento recomponerme, levantarme y ver donde me encuentro, pero en lugar de eso empiezo a regurgitar todo cuanto hay en mi estómago, si aun queda algo.
Respirar y toser, son las únicas funciones que este cuerpo puede desempeñar.
¿Dónde coño me encuentro y que cojones me había pasado?

Una playa, es cuanto puedo ver cuando tomo el control de mi cuerpo , postrado de rodillas ante la incertidumbre y el desconcierto.
Este maldito frío va más allá de lo normal. Me cala hasta despellejarme a pesar del sol que se pone en el horizonte, mientras veo como dibuja una suspicaz y burlona sonrisa.

Me llevo las manos a la cabeza cerrando los ojos, para intentar borrar esa macabra alucinación. Suspiro, los abro y lo veo colgando del brazo, como si se tratase de un apéndice, una cadena que se alimenta de la carne, estrangulándola, haciéndose dueña de ella mientras se fusiona con esta. Bajo ella varios puntos rojos dan señal de una invasión intravenosa.
Tras ver mis síntomas y tener esa prueba tan irrefutable puedo decir que tengo el mono.  Por la escritura de algunos carteles deduzco que estoy en algún lugar de Brasil, sin contar con la pobreza  del entorno.

Independientemente de eso, sin importar una cosa u otra estoy bien jodido.
No recuerdo cuando fue la última vez que estaba consciente, antes de verme como la princesa Aurora. Horas, días, semanas... pero mi despertar me había dejado peor sabor de boca.
Al levantarme veo a un lado algo escrito: Bienvenido a Copacabana.
Sin dinero ni documentación, siendo un gringo, con el mono en este lugar, se podría decir que un cerdo en una feria porcina tiene más posibilidades. O al menos una muerte más limpia.

Al fondo veo llegar un grupo de cuatro personas. Es en este momento cuando uno empieza a corre, pero en el estado que me encuentro y después de las atrocidades que me  he visto obligado hacer, pierdo todo el interés. Seria como el juego de cazar a la liebre. Una torpe liebre drogada, distraída y  preocupada por las alucinaciones de su mente, que por el miedo que pueda llegar a sentir al ver los dientes de los mastines tras de sí.
Se paran enfrente mío, los saludo con una sonrisa. Me golpean, pisan y apalean entre insultos. "Hijo de puta" es cuanto puedo entender.
Con la cara más hincada que una snob después de una sesión triple de botox, me obligan a ponerme de rodillas. Uno de los cuatro se inclina ante mi diciéndome.

-Maldito e estúpido gringo. Temos uma surprezinha pra você. Começa a relaxar e ficar mais confortável, por que você vai ficar em Copacabana mais do que você pensava seu otário.
-Lo siento, no hablo tu mierda de idioma, pero agradecería un cigarro. -Mientras mi escueta risa deja a la vista unos dientes pintados de rojo-.
-Me dá um cigarrinho aê.
Lo enciende delante de mí. Me echa el humo a la cara, me agarran las manos por detrás apagando la colilla en mi mejilla.
Lo último que siento es un golpe en la nuca. Caigo como un saco lleno de huesos olvidados. Olvido, es cuanto tengo y me aferro.

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